lunes, 17 de septiembre de 2012

El optimista, y de qué murió


Una tarde de verano, mientras vagaba con considerable dificultad por la Colina rusa, en San Francisco, el sr. Grile espiaba a un hombre parado en la cima extrema, con un ceño pensativo y un traje de una ropa que parecía haber sido pasada de mano, a través de una larga línea de ancestros desde un remoto judío buhonero. El sr. Grile saludó de forma respetuosa, un hombre que no tenía ninguna ropa del todo era para él un objeto de veneración. El extraño abrió la conversación:
-Mi hijo -dijo en un tono sugerente de estrangulación por el sheriff-, ¿usted contempla esta maravillosa ciudad, sus muelles atestados por los barcos de todas las naciones?
El sr. Grile contempló con asombro.
-¡Veintiún años atrás, alas!, solían ser sólo veinte -y se enjugó una lágrima-, usted podría haber comprado toda la maldita cosa por una onza mexicana.
El sr. Grile se apresuró a ofrecer un papel de tabaco, que desapareció como una brizna de avena arrastrada hacia una máquina trilladora.
-Yo fui uno de los primeros que…
El sr. Grile lo golpeó en la cabeza con una piedra del pavimento, a modo de cambiar el tópico.
-Joven -continuó él-, ¿usted siente esa brisa vaga? No hay un clima en el mundo…
La reliquia melancólica rompió en un ataque de tos. Tan pronto se hubo recobrado brincó hacia el aire, haciendo una agarrada frenética de algo, pero al parecer sin éxito.
-¡Maldita sea -siseó-, ahí van mis dientes, soplados afuera de nuevo, por cursi!
Una nube de polvo pasante lo escondió por un momento de la vista, y cuando reapareció era un hombre alterado, un paroxismo de asma lo había doblado como un cascanueces.
-Excúseme -resolló-, yo estoy sujeto a esto, lo agarré cruzando el istmo en el 49. Como estaba diciendo, no hay un país en el mundo que ofrezca tales incentivos al inmigrante, como California. Con su suelo fértil, su clima sin rival, su bahía magnífica y el resto de ésta, hay suficiente para todos.
El pionero venerable recogió un bizcocho fragmentado de la calle, y lo devoró. El sr. Grile pensó que eso había ido el tiempo suficiente. Le retorció la cabeza al viejo sujeto esperanzado, se entregó a las autoridades y fue a la vez liberado de cargo.

Título original: The Optimist, and What He Died Of, publicado por primera vez en The Fiend's Delight, 1873, con la firma: "Dod Grile".
Imagen: John Singer Sargent, Portrait of L.A. Harrison, Esq., XX.