lunes, 27 de agosto de 2012

Un poco de caballerosidad


En el jardín de Woodward, en la ciudad de San Francisco, hay una bastante mal cincelada estatua de Pandora, halando para abrir su caja de males. La prenda de Pandora, me apena declarar, se ha deslizado abajo alrededor de su cintura, de una manera excesivamente reprensible. Una tarde cerca del crepúsculo yo estaba pasando por ese camino, y vi a un largo minero enjuto, evidentemente recién bajado de la montaña, y a quien yo había visto antes, parado bastante inestable enfrente de Pandora, admirando su figura formada, pero al parecer temeroso de acercarse a ella. Al verme avanzar, él se volvió hacia mí con una expresión extraña, perpleja en sus ojos divertidos, y dijo con una seriedad que casi llegaba a derrotar su propósito.
-Buenas tardes, extraño. 
-Buenas tardes, señor -repliqué, después de haber analizado su salutación y extraído el sentido de ésta. Bajando la voz a lo que fue intentado como un susurro, el minero, con un tirón de su pulgar hacia Pandora, continuó: 
-Extraño, ¿usted por casualidad la conoce? 
-Ciertamente, esa es Bridget Pandora, una doncella griega, en el pago de la Tabla de supervisores.
Él se enderezó con un tirón, que amenazó la integridad de su cuello e hizo chasquear sus dientes, dio un bandazo al otro lado con pesadez, osciló de forma crítica por unos pocos momentos, y murmuró:
-Bridget.
Eso era mucho para él, fue abajo hacia su bolsillo, hurgó en redondo con vaguedad y, finalmente, sacando afuera un papel de tabaco puramente hipotético, se lo condujo a la boca y mordió cerca de dos tercios de éste, cuales masticó con mucho aparente beneficio para su entendimiento, ofreciéndome lo que quedaba a mí. Entonces reasumió la conversación con la suelta familiaridad de uno, que ha establecido un reclamo a una atención respetuosa:
-Socio, ¿no podría usted presentar a un leñador que quiere conocerla?
-Imposible, yo no tengo el honor de conocerla.
Una mirada de desconfianza se arrastró por su rostro y, finalmente, se asentó en un ceño salvaje alrededor de sus ojos.
-¡Dijo que la conocía! –titubeó con amenaza.
-Pues yo la conozco, pero no estoy en términos de habla con ella, y de hecho ella declina el reconocerme.
El alma del minero honesto llameó, posó su mano en su pistola de modo amenazante, se puso tieso de un tirón, me fulminó un momento con la mirada de un tigre, y lanzó esta pregunta a mi cabeza, como si hubiera sido un punto de interrogación de hierro:
-¿Qué usted le ha estado haciendo a esa muchacha?
Yo huí, y lo último que vi del caballeroso buscador de oro fue, que tenía su brazo alrededor de la cintura pétrea de Pandora, y se estaba esforzando por calmar su supuesta agitación acariciando su cabeza de granito.

Título original: A Bit of Chivalry, publicado por primera vez en The Fiend's Delight, 1873, con la firma: "Dod Grile".
Imagen: John William Waterhouse, Psyche Opening the Golden Box, 1903.